Hoy me he levantado, y lo mismo de siempre. Estoy en territorio hóstil.
Estado de alarma. Estoy caminando por el pasillo.
Estado de excepción. Me estoy vistiendo, y ocasionalmente, doy un bocado a la tostada.
Estado de sitio. Estoy bajando las escaleras.
Por fin salgo a la calle. El cielo está azul, bonito día para ser otro más, en el cual, como siempre, se instaura velozmente la ley marcial.
Una ley marcial mundial, donde todos están de acuerdos en aplicarlas, donde todos son altos cargos del ejército. El pobre civil que la padece soy yo.
Esquivo los tanques por las calles. En cada semáforo me amenazan con miradas irascibles cualquier que se situe junto a mí. Entro constantemente en zonas prohibidas por las cuales no debería andar, ya que de todos me acaban por echar. Peligro biológico, puede, pero soy el único que le afecta.
Paso controles militares constantemente, pero a pesar de todo, a pesar de que demuestro mis buenas intenciones, sigo amenazado. Me agacho para coger un libro caído, y esquivo una ráfaga de balas. Me tiran granadas de humo para distraerme, y salgo tosiendo con un usual pitido en los oídos por los explosivos que la siguen después... algún día de estos me tirarán alguna bomba nuclear, pero no creo que sea peor que las de hidrógeno.
Su objetivo es intentar que yo no pueda salir de casa, pero una parte importante de mi vida es fuera, y no puedo evitarlo ¿o si? No comprendo el mal que hago, lo que he hecho para que una ley supraconstitucional se dirija contra mí. ¿Qué es más posible, que yo sea el que obra mal o que sea millones de personas a la vez? Es un pregunta de clara solución, pero me he dado cuenta de algo...
Cuando voy por la calle, veo más gente que no pertenece a ese órgano: veo tipos saltando trincheras y esquivando bombas. Uno acaba de ser atropellado por un coche pero se dá a la fuga. La única víctima no soy yo. Entonces ¿Quién es el culpable?
Este grupo de gente son los que lo controlan todo. Se creen superiores, con más importancia. Se consideran a veces más cultos, mejor dotados, mas versátiles. Pero a la vez, son controlados por otros como ellos. Su estilo les ha sido impartido, y a su vez, estos personajillos los imparten a otros por el simple hecho de estar a su lado. Son, en realidad, todos iguales. Da igual que alguno destaque en cultura, inteligencia o poder físico, sigue siendo el mismo tipo tan superficial y banal como los otros.
Y lo mejor de todo. No son mayoría. Son muchos, y hay muchos que los amenazan a su vez.
Cuando he vuelto a mi casa, he mirado bajo la cama. he encontrado un fusil, estaba siempre ahí, para poder defenderme, pero hasta ahora nunca me he dado cuenta. En la estantería tengo un par de granadas y en el armario las ropas de guerra, las pinturas.
"AK-47: odio y venganza de excombatiente" o eso dice la canción.
Voy por la calle armado hasta los dientes, y veo compañeros entre los escombros. No nos conocemos, pero sabemos quien es el enemigo común. Ellos dicen que nosotros somos diferentes, somos los extraídos, pero, bien pensado, ahora digo lo contrario.
Todos somos personas, con ambiciones, con debilidades, con objetivos. Al no aceptarlo, el diferente eres tú, imbécil.
lunes, 30 de marzo de 2009
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